Parece que en esta sociedad en la cual vivimos, no necesitamos los seres humanos, abrazarnos. Ya incluso en el sexo, restamos importancia los gestos de cariño. En líneas generales, la satisfacción de llegar al clímax, es lo que prevalece. El reloj marca nuestras vidas y en muchas ocasiones, vamos mucho más rápido que él.
Ciertas personas necesitan urgentemente abrazos, sentirse abrazados, sentirse arropados, comprendidos, queridos, deseados. Con los abrazos,( a mi me gustan prolongados ), nuestros cuerpos segregan una hormona llamada oxitocina. Son varias las secuencias cotidianas que producen el aumento de oxitocina, pero para mí las mas placenteras son dos, el amamantamiento y el abrazo prolongado.
Dicen los expertos que con abrazos prolongados entre dos personas que se desean, se produce aumento de oxitocina, baja la presión arterial, aumenta la autoestima y el estado de felicidad y mejora el ritmo cardiaco.
Habiendo experimentado algún abrazo que otro, diré que incluso laten al mismo ritmo nuestros corazones. No siempre sucede, la conexión, digo. Para que suceda siempre son dos los que abrazan. Con abrazos de una duración prolongada sientes algo tan indescriptible. A mi modo de ver, la capacidad de pensar con coherencia, mengua. El razonamiento disminuye. Puede que sea algo así como volver a estar conectado con tu organismo. La mayor parte del tiempo, cuando hay salud, vivimos de cara hacia fuera.
También creo que con los abrazos de dos personas que se gustan se producen roles, uno/a es el que protege y el otro/a el que se deja proteger. Surgen por tanto, unas sinergias tan bonitas que quieres permanecer allí, en ese estado y congelar esos instantes infinitamente.
Foto: Priscilla Du Preez en Unsplash.