Os dejo por aquí un relato que hice para el libro que estamos preparando unos cuantos escritores y yo. En él pongo de manifiesto la dependencia de la mujer, aun hoy en día, de la figura masculina en nuestras vidas, en muchas ocasiones sin darnos cuenta.
Por supuesto, que acepté su invitación. No pude negarme a ir a la presentación de “Magnolio”, el cuarto libro de Enrique Pérez. No conozco a este escritor pero a mi amiga le vuelve loca, más si cabe por la temática en la que basa sus novelas, todas ellas cargadas de erotismo.
Llevo toda la semana aguantando el tostón de Lorena.
-Sofía por favor, dime qué me pongo porque claro, si voy muy formal no me siento en consonancia con la temática de sus novelas.-me pregunta.
Como ya no sé qué indicarle, le propongo que la vestimenta sea sensual, sin llegar a ser grosera o muy sugerente.
-Bastará con alguna transparencia.- le digo.
Me ducho y como el pelo me lo he lavado por la mañana, le van a dar por saco. Eso sí, lo suelto. Me miro al espejo y ¡ qué horror! ¡ qué poco glamour ! Pues va recogido, total para lo que habrá que ver. Seguro es un tipo repeinado sumergido en quilos de gomina, con gafas de culo de botella. Abro el cajón donde guardo mi ropa interior. La braga entra por una pierna y al meter la otra, crack…un crujido y agujero al canto.
-Pero Sofía, cómo iba a ser de otra manera, si te pasas el día comiendo galletas de chocolate.- me digo. Últimamente, hasta Ernesto me repite hasta la saciedad que me cuide y haga deporte, pero me importa bien poco mi imagen.
Volviendo al agujero de la costura: eh…total ni que fuera a acostarme con el “escritor pornográfico” éste. No entiendo en los berenjenales donde me meto. Si que es cierto, que desde que Lorena no sale con Juan, le da por leer sin parar y de encontrarse con ella misma en los lugares esos de retiro espiritual. Seguro que el tal Enrique Pérez, saldría de ahí. En realidad, qué se yo, deseando estoy que me lo cuente. Un tejano y una camisa, un look simple. Me retoco un poco los ojos y va que chuta. Me planto en la puerta de la Biblioteca de Piera y entre el gentío, intercepto a Lorena. Lleva una falda cortísima, tan corta que sobresale tímidamente un liguero por uno de sus muslos.
-Ésta se ha vuelto loca.-pienso.
A su alrededor, gente, la mayoría en vaqueros.
-¿Te has puesto ligueros?.- le pregunto a bocajarro.
Se sonroja e inclina la cabeza afirmando.
-¿Voy demasiado provocativa?.-pregunta.
-Hombre yo creo que sí, pero claro todo depende de con quién te compares. Si es conmigo que llevo un agujero en la ropa interior…pues vas muy “cuqui”.-le digo.
Los “oh” de asombro, se oyen por doquier. El mío, también. La biblioteca se ha convertido en un laberinto circular aterciopelado, conduciéndote hacia el pistilo de una flor de magnolio. Una fragancia seductora entra por nuestras narices, dejándonos atónitas.
-Lorena, pero esto es una pasada, mira cómo huele.- le digo.
Dándome codazos durante todo el recorrido no para de decirme:
-Te lo dije, el liguero era primordial.
Una melodía sutil y seductora. Los pétalos de magnolio caen descontrolados sobre nuestras cabezas. Un Enrique arrebatador entra en escena. Estaba tan equivocada al imaginarme que sería un intelectual cateto, pasado de moda. Me imagino navegando por el Mediterráneo en un velero a su lado, abrazándonos y el viento de Tramontana acariciando con bravura, nuestros rostros a lo Titanic.
-Va, no seas boba. No ves que estás casada y la fan loca es tu amiga, no tú.-me insisto.
Termina la presentación y los asistentes comienzan a abandonar la flor. De repente, la luz se va. Siento como una mano me agarra. Es Enrique, ya decía yo que la química se reflejaba en nuestras miradas. Ambos vamos flotando entre espesos bosques de magnolios perfumados. Me siento libre. Voy dando saltitos quedando suspendida en el aire por varios segundos. Una ninfa descansa en una de las inmensas piedras que se alzan entre la vegetación de la salvaje cascada. Peina su larga cabellera formada por hilos plateados que brillan al sol confundiéndose con el caudal que discurre salvaje. Ella es fuerza. Ella es poder.
-Sofía.-me dice. Me paralizo. No sé si lo que observo y escucho es puro espejismo o realidad.
-¿Qué haces aquí, en mi cascada?.-me suelta.
-Yo…no sé. Enrique me condujo hasta aquí.- digo insegura.
-¿Quién es Enrique? No veo a nadie a tu lado.
Miro a mi alrededor y ni rastro de él. La naturaleza es la única que me acompaña. Entro en pánico. Necesito de él. Esa figura masculina me hace sentirme poderosa.
-A Enrique lo conocí en la Biblioteca de Piera. Mi amiga me llevó a la presentación de su libro. Juro que fue él el que me trajo hasta ti.-le digo.
-Siéntate. A mi modo de ver, este tal Enrique eres tú. Es el reflejo de lo que admiras y ansías ser. Alguien independiente, con capacidad de decisión y con pensamiento crítico.
-No, no puede ser. Soy alguien minúsculo. No me ves, vine a la presentación con el pelo descuidado y con la ropa interior rota.
-Recuerda siempre, que nosotras las mujeres tendemos a buscar una figura masculina que nos proteja, que nos guíe por el camino correcto ( el del otro no el tuyo ), dejando de lado nuestro propio criterio, siendo igual de válido. Afiánzate y pelea al extremo tu propia opinión. Para conseguirlo lee. No olvides jamás que este mundo es una auténtica contradicción. ¿Acaso no ves con tus propios ojos, que hace un puñado de años, un holocausto nos sacudió, exterminando a judíos y en la actualidad, son ellos mismos los que persiguen y matan a palestinos?. Parece que una niebla espesa no te deja ver, como musulmanes censuran, prohíben, lapidan y utilizan prácticas como la ablación. Sí, incluso a sus propias madres, aquellas que les dieron la vida. ¿Pasas por alto, que gobiernos supriman la cultura para convertirnos en maquinarias sin cerebro con las que poder jugar?. ¿Piensas que realmente algo ha cambiado desde la época de Rosalía de Castro o de Simone Beauvoir.?
“ Tú eres Enrique, por eso te acompañó hasta mí, que soy tu propio yo interior”.