A Fonsagrada y mi niñez

A Fonsagrada y mi niñez

Solía ir antes de comer. Metía mi mano y accionaba el postigo. La oscuridad se apoderaba de mí. Casi a tientas, intentaba pisar sin ensuciarme mucho. Cruzaba la cuadra dando saltos hasta llegar a la cocina. Un olor a leña quemada. Por la puerta que daba a un camino estrecho, entraba la luz. Los terneros asomaban sus cabezas. Los tocaba. Abriendo una ventanita justo al lado del banco, por arte de magia salía la cabeza de una vaca. Podía llamarse Gallarda, Marela, Cordera, Casina o qué sé yo. Yo, mis Victoria, la camiseta blanca con rayas rojas. Me sentaba en aquel banco, tímidamente. En lo alto un ventanuco adornado con telas de araña. Si miraba encima de mí, carámbanos de grasa gigantes. Él siempre hablaba de la vida y yo contestaba. Quién pudiera recuperar esas conversaciones ! Ellas siempre de luto con sus pañuelos en la cabeza, no participaban de nuestros diálogos. Puras espectadoras que sonreían y ofrecían galletas a una cría de ciudad. Siempre formaréis parte de mí. Eso es algo que no se olvida. Marcado casi casi en mi ADN.